0

Carrito

Tengo cuarenta y cinco años, el pelo blanco y no pasa nada.
Si me tiño de color castaño parezco más joven de lo que soy pero es una lata. No sé por qué quiero parecer más joven. Sí que lo sé: la gente joven existe en el mundo más que la gente mayor. Resulta más agradable ver a gente joven que a ancianos. Ver a ancianos nos recuerda que un día moriremos.
Es una construcción, sin embargo. Desde que empezó a hablar, Joaquín siempre quiso ser viejo y tener alguna discapacidad. Estuvo un año con un garfio en la mano y a veces salía a la calle, muy a mi pesar, con un bastón. También cerraba un ojo constantemente. Siempre creí que era porque quería parecer tuerto pero, años más tarde, nos dijeron que tenía un ojo vago. Mi madre nos decía todo el rato “a este niño le pasa algo en el ojo” pero ni caso. A parte de eso, él quería ser viejo y que la gente le escuchara. La verdad es que tiene mucho más sentido escuchar a un viejo que a un joven. Tiene más que contar.
Papá ya no habla pero se pasó la vida hablando con una voz poderosa. Imposible no oírle. Escuchar ya es otra cosa. Peligroso no hacerle caso.
Papá mandaba mucho, tanto, que daba ansiedad. Ahora vaciamos su casa como si nada. Me puse una venda en los ojos y me agarré el corazón y le vacié la casa entera.
Una mañana habló una frase para decirle a mi madre que había una niña por ahí que andaba robando sus cosas. Esa niña soy yo.

Leave a Reply

Utilizamos cookies propias y de terceros para medir el comportamiento de los usuarios en nuestro sitio web y prestar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que consiente y acepta su uso. Puede aprender más acerca del uso de cookies en nuestra política de cookies. Saber más

Utilizamos cookies propias y de terceros para medir el comportamiento de los usuarios en nuestro sitio web y prestar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que consiente y acepta su uso. Puede aprender más acerca del uso de cookies en nuestra política de cookies.

Cerrar